En entradas anteriores de este mismo blog se ha tratado el tema de la importancia de aplicar metodologías activas que conviertan al alumnado en protagonista de su propio aprendizaje. La formación del profesorado debe hacer lo mismo, sin duda, propiciando modelos formativos que viren el foco de su atención hacia el aprendizaje.
La principal preocupación del Centro del Profesorado de Granada y, por ende, de su Equipo Técnico de Formación, es planificar y desarrollar actividades formativas que tengan un impacto en la mejora de las prácticas docentes y de los rendimientos escolares de todo el alumnado. Tal y como señala el decreto 93/2013 de 27 de agosto por el que se regula la formación inicial y permanente del profesorado en la Comunidad Autónoma de Andalucía, estamos ante un cambio de paradigma en el que el profesorado tiene que pasar de objeto a sujeto de la formación, convirtiéndose en protagonista de su propio aprendizaje. Nuestro objetivo, como profesionales de la formación del profesorado, es realizar un acompañamiento colaborativo que nos conduzca a conseguir aprendizajes profundos y duraderos.
Desde mi punto de vista, apoyándome en literatura especializada, para que esto ocurra se deben dar dos premisas:
La primera es que los docentes se involucren, activamente, en la construcción del conocimiento. Debemos reflexionar sobre qué hacemos y por qué lo hacemos. Así, entraremos en el terreno de la metacognición, como paso necesario en cualquier proceso de aprendizaje.
Dicho de forma muy sencilla, esta fase consiste en el análisis de los pasos dados: Si se han dado de forma adecuada y si se han producido los resultados esperados. Así se llegará a la conclusión de qué pasos se deben mantener y cuáles no han funcionado como se esperaba, para modificarlos en la próxima tarea (J. Bahón 2014).
Poco a poco vamos introduciendo en las actividades formativas rúbricas de evaluación docente, informes, portafolios, diarios de aprendizaje, etc., como instrumentos de evaluación que nos conducen a mantener todo aquello que funciona y a introducir los cambios y mejoras que sean necesarios en nuestra práctica docente.
La segunda premisa es que el conocimiento nuevo se construya mediante la interacción con otras personas. Cognición, interacción y aprendizaje están estrechamente vinculados.
Mediante la interacción social (negociación), no necesariamente con un interlocutor más experto sino también entre iguales, a partir del conocimiento que aporta cada individuo, construimos o, mejor dicho, co-construimos el saber (Nyikos y Hashimoto, 1997, en A. Domingo, 2013). Está claro que la única fuente de conocimiento ya no es el formador.
Mediante las tertulias dialógicas, talleres, estudio de casos, clase invertida y dinámicas cooperativas, descubrimos nuevos conceptos y distintas prácticas que representan una metodología formativa más activa.
En estos nuevos espacios de aprendizaje, leer, expresar oralmente y escribir sobre nuestra práctica de aula y, a continuación, contrastar nuestros conocimientos y creencias previas con lo que la teoría y las personas expertas en materia de educación han investigado y nos han transmitido, nos llevará hacia las buenas prácticas educativas.
Sin duda, nada de esto será posible sin contar con un buen clima de grupo que, a partir del respeto y la escucha empática, genere confianza y, a la vez, plantee retos y haga emerger inquietudes y necesidades.
Tras esta entrada solamente nos queda emprender, juntos, la aventura de aprender para que, al final, los grandes beneficiados seamos nosotros y nuestro alumnado.
Alicia Montes Martín
Asesora Educación Primaria
Bibliografía
DOMINGO, A. (2013). Práctica reflexiva para docentes. De la reflexión ocasional a la reflexión metodológica. Publicia.
BAHÓN, J. (2014). Guía aprender a pensar. SM
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