Las autoformaciones enfocadas al desarrollo de las competencias profesionales docentes y la mejora de la enseñanza han ido cobrando protagonismo en el contexto de la formación permanente del profesorado, principalmente como impulsoras de procesos de transformación de la práctica. El actual marco normativo y las aportaciones desde el campo de la investigación destacan la importancia del centro educativo como el escenario para el desarrollo de acciones formativas. Esta priorización, que sitúa de manera visible a la escuela como eje de la formación, otorga al profesorado la posibilidad de adecuar sus actuaciones en función de las necesidades, con un enfoque en el que se le reconoce cada vez más como principal agente para la mejora de los éxitos de alumnado.
Es destacable el grado de expectativas que sobre el propio profesorado depositan algunas de las aportaciones recientes para la contribución a los procesos de mejora de la enseñanza. El último informe TALIS 2013 (Teaching and Learning International Survey), realizado en 33 países, señala cómo el desarrollo profesional de los docentes tiene un efecto positivo en los resultados de su alumnado. Desde esta perspectiva, atender al colectivo desde las iniciativas públicas, según el informe, debería ser prioritario para los países que arbitren políticas educativas pensando en la mejora de los resultados y éxito de los escolares. Esta valoración se alinea con las aportaciones del informe McKinsey & Company presentado en 2007, trabajo que contemplaba la comparación de 10 sistemas educativos de alto desempeño y que demostraba que existía una asociación del nivel educativo de los sistemas y la formación de su profesorado.
En el contexto andaluz, las referencias desde la Ley de Educación de Andalucía (17/2007) que se vienen haciendo a la relevancia del centro educativo como “unidad básica de cambio, innovación y mejora” han planteado la formación en centros y las autoformaciones como estrategias de trabajo cooperativo al alcance del profesorado. Gran parte de este planteamiento se ha desarrollado en el Decreto que regula la formación inicial y permanente del profesorado de la comunidad y del Sistema Andaluz de Formación Permanente del Profesorado (93/2013), así como en el III Plan Andaluz de Formación Permanente del Profesorado (Orden de 31 de julio de 2014).
En este sentido, cabe destacar que “los centros docentes y las aulas serán el ámbito ordinario para el aprendizaje e intercambio de prácticas educativas y el desarrollo de las actividades de formación permanente del profesorado” (art. 56, Decreto 93/2013). El peso que adquiere el centro como escenario habitual y favorecedor de procesos formativos parte de lo materializado en su plan de formación, ya que a través de él se arbitrarán las mejores opciones formativas como respuesta a las necesidades tras el diagnóstico y valoración en la autoevaluación del centro.
En la actualidad, la mayor parte de los Centros del Profesorado están llevando a cabo la construcción de itinerarios formativos en consonancia con las necesidades de la escuela, de su alumnado y de su profesorado en el marco de las Líneas Prioritarias del Plan de Formación Permanente del Profesorado vigente. Una buena parte de las aportaciones que en este sentido se pretenden realizar van en la línea de ofrecer formaciones con posibilidades de aplicación y logro en los centros, considerando como vía fundamental los procesos de autoformación. Gran parte de la formación que se proporcionará en las instalaciones del Centro del Profesorado estará vinculada de alguna manera a estas formaciones, como complemento especializado y funcional a lo cimentado en los propios centros educativos y también como posibilidad de trabajo reticular a través de la interacción y el trabajo común junto al profesorado de otros centros con temáticas formativas afines. Es destacable en la actualidad el volumen de autoformaciones ya puestas en marcha (en el caso del CEP de Granada, más de 70 formaciones en centros y 200 grupos de trabajo durante el curso 2014-2015). En este proceso se está intentando generar espacios de encuentro y visibilizar prácticas reseñables por su valía pedagógica, y orientar y asesorar a través de opciones, personas y recursos para la formación.
El proceso contribuye a repensar la formación permanente, y, en este escenario, el acompañamiento y contribución de las asesorías formativas presenta la oportunidad de atender las demandas que la propia realidad escolar contempla. Las formaciones en centros y el resto de modalidades y formatos formativos, contextualizados y desarrollados en los propios centros, cuentan con el apoyo institucional en diferentes territorios y con la figura de la asesoría de formación. Esta cuestión se presenta como una posibilidad para dinamizar todo lo referente a procesos de diagnóstico, realización y evaluación de actividades formativas, teniendo como idea principal que el impacto de la formación sea cercano en el tiempo y en el espacio en el que se desarrollan los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Los retos son importantes. Se habla de un nuevo tiempo para la formación permanente. Quizás la coyuntura que se presenta sea una oportunidad para que cada uno de los agentes que intervienen en la formación podamos dar respuesta a las exigencias que actualmente plantea la sociedad y la escuela.
Antonio Bustos Jiménez
Asesor de formación