¿Por qué el aprendizaje cooperativo?

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La bibliografía científica internacional asegura que una de las maneras más eficientes a la hora de gestionar un aula diversa y heterogénea es a través de los grupos cooperativos, frente a otras organizaciones más tradicionales como la individualista o la competitiva que, por desgracia, siguen imperando en demasiadas aulas de nuestros centros educativos

¿Podemos realmente atender a nuestro alumnado diferente en intereses, capacidades y motivaciones? La respuesta es no, por más programas que desarrollemos en nuestro centro. La única vía para garantizar una adecuada atención a la diversidad es trabajar con todo el alumnado dentro del aula, en estructuras cooperativas donde el alumnado más motivado ayuda y colabora con aquel otro de menor capacidad, fomentando interacciones dialógicas que aceleran los aprendizajes en unos y otros.

Si queremos formar ciudadanos en una sociedad justa, el centro no puede trabajar desde la “exclusión”, organizando aulas donde el alumnado etiquetado las abandona precisamente en las materias instrumentales. Acabamos potenciando una doble vía en la que el alumnado de necesidades educativas aspira a los “mínimos” y difícilmente es recuperado hacia los grupos de mayor nivel. La atención a la diversidad acaba fracasando y los datos estadísticos de abandono escolar están ahí para recordárnoslo.

Todos los alumnos y alumnas deben aprender juntos ya que, en definitiva, representan a una sociedad plural, eso sí, fomentando la ayuda entre iguales, la cooperación y la colaboración. Por tanto, las dinámicas de aprendizaje cooperativo constituyen en sí una materia más que el docente debe implementar en su aula, practicar y progresar, porque solo de esa manera logramos el ideal de un aula inclusiva donde los más capacitados y motivados “tiran” del carro de aquellos otros que por múltiples circunstancias o no quieren o no pueden.

El “aula en autobús” debe tener sus días contados. La llegada de las competencias clave, de la descentralización del mundo de los contenidos hacia ese otro universo de las habilidades y destrezas del siglo XXI, del aprendizaje basado en proyectos y, en definitiva, de esa llamada escuela del siglo XXI debe partir de una manera inclusiva de gestionar la organización del aula.

De esta forma, en las aulas cooperativas el docente no es el único que enseña, sino que también los alumnos y alumnas, en pequeños equipos de trabajo cooperativo, son capaces de “enseñarse” mutuamente, de cooperar y ayudarse a la hora de aprender.

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Pilar Moruno en una sesión de trabajo en el CEP de Granada

Durante el primer y segundo trimestre, el CEP de Granada ha organizado, como en años anteriores, un Curso con Seguimiento sobre las destrezas de aprendizaje cooperativo en el aula, de la mano de Paloma Moruno Torres, encargada de la formación de Los Colegios Gredos San Diego, constituida por seis colegios de la Comunidad de Madrid. Entendemos que aprender estas nuevas formas de gestionar el aula nos ayudarán, como docentes, a afrontar los nuevos retos educativos del siglo XXI.

No obstante, la realidad nos ofrece la imagen de aulas todavía demasiado transmisivas, con un alumnado organizado de forma individual o, a lo sumo, en parejas. ¿Qué obstáculos existen para que, conocida la realidad del aprendizaje cooperativo, el profesorado siga resistiéndose a su implementación en el aula? El miedo a lo desconocido y, sobre todo, el temor a “perder” el control del aula siguen atándonos de pies y manos a la hora de incorporar en nuestras prácticas educativas estas estrategias que sin duda mejorarían nuestra competencia profesional y, por añadidura, el buen clima en nuestras aulas.

Existe una buena noticia: la única barrera está en nosotros. La solución es bien sencilla, ¡demos el primer paso!

José Luis Sánchez Gómez

Asesor de Ed. Secundaria, ámbito científico-técnico

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